domingo, 23 de enero de 2011

DESPERTAR

Me despierto por las mañanas limpio de mundo, con la mente clara y fresca como el interior de una lechuga; enciendo la luz y desembalo mi cuerpo de la caricia cálida de las sábanas, para moverme en la penumbra de la casa encendiendo y apagando luces, subiendo persianas y abriendo ventanas a la huidiza, fugitiva noche que viene perseguida por el brioso corcel de luz del día.

Me levanto limpio de mundo para lavarme con agua tibia el rostro sucio de sueño en el lavabo hasta ir completándome poco a poco desde la platónica caverna del soñar; limpio de mundo ya en la cocina, comienzo a hacer el desayuno y enciendo el receptor de radio y es entonces, cuando una voz llega a mí desde kilómetros de distancia, narrando las noticias del día, cuando comienzo a ensuciarme de mundo y a dejar de ser sólo yo, arropado de la inmediata, sencilla belleza de las cosas cotidianas que me rodean.

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