domingo, 19 de diciembre de 2010

El periódico del día

 Fotográfia de José María Mateos: RinzeWind, Flickr

Leo con fruición y alegría el periódico del pasado domingo, es algo extraño, raro incluso, y no debe haber mucha gente que lo haga, que se detenga a releer noticias desfasadas, no recientes, en esta vorágine que a todos nos afecta, que nos obliga a permanecer informados al minuto, descartando inmediatamente todo lo que no sea actual.

Leer periódicos antiguos es un sumo placer, en ellos las noticias han depositado sus posos, se han asentado y nosotros, seres sometidos a los rápidos cambios que los días  nos imponen  desde esta sociedad estresada, podemos  hacer una relectura pausada y reflexiva acerca de lo sucedido.

Los periódicos (fragantes rosas de tinta, como los describió Francisco Umbral) son sin lugar a dudas uno de los objetos más caros (dada su efímera vida) de todos cuantos se hacen en este mundo que habitamos. Pasa el día con el cual se corresponde su edición y el periódico va cambiando de sitio en la casa como un objeto inservible, desechado, que no nos atrevemos a tirar por que nos sentimos atraídos por alguna de sus fotografías de portada o por alguna de las columnas de opinión que contiene o tal vez por alguno de sus artículos.

Se va convirtiendo en un ser manoseado, que guarda para sí todas las manchas de grasa que pueden darse en la cocina o en el salón, que atrae al café y  a los alimentos, que abrimos mil veces cuando lo tenemos a nuestro alcance para cerrarlo casi de forma inmediata al volver a toparnos con sus noticias ya pasadas, olorosas. Al final acabamos apilándolo, con otros de sus congéneres tipográficos, bajo la pila del fregadero con la lírica función entre otras de verse desojado para ser repartido sobre un suelo recién fregado, o para retener encima de sí el café recién molido.

Son los periódicoc coágulos del tiempo en tinta, actualidad varada sobre unas hojas de papel, que como este se va deteriorando.

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